En
este blog no solo quiero comentar o hacer reseñas de diferentes libros o
autores, también pondré fragmentos de textos, o cualquier cosa que encuentre
sobre la lectura.
En
este caso os muestro un "articulo" que leí anoche en una página de
Facebook, que en realidad, transmite lo que quería expresar en mi primera
entrada, el significado de la lectura.
Abajo
podréis obtener el enlace.
¿Qué sientes cuando
lees?: Mi amigo,
conocedor de mi feroz
adicción a la lectura y escondido ya tras su sonrisa y su copa de vino, se veía
venir que lo inoportuna no iba a ser su pregunta, sino mi
respuesta. Describir qué se siente cuando uno abre un libro y se sumerge en una
buena historia literaria es uno de esos placeres de la vida tan delicioso que
resulta casi indescriptible. Posiblemente, podría compararse con la
sensación de lanzarse dentro de un agujero negro o incluso con un
gracioso y emocionante salto a otra dimensión. Es como sumergirse en un reino
desconocido y transitorio, un bolsillo secreto dónde ver el mundo en
solitario desde otra perspectiva a sabiendas que, en el mundo de la
imaginación, todos los sueños están permitidos y a nuestro alcance. No sabes
cómo llegaste hasta allí, cómo te convertiste en un devorador de libros. Sólo sabes que quieres sumergirte una y
otra vez a través de ese maravilloso portal resbaladizo de palabras y
metáforas.
La caída a este mundo
imaginario, si la historia es buena y bajo tu piel hay sangre caliente, puede
incluso hacerte olvidar quién eres o cuántas horas llevas anonadado
tras las páginas en tu sofá. Recuerdos, miedos, dolores, angustias y todo tipo
de sentimientos se desvanecen al igual que la tinta desaparece con el agua. A
partir de ese momento te conviertes en el observador de un mundo imaginario,
abstracto y tan real o irreal como el tuyo propio: estás mirando la
vida a través de los ojos de otro. Eres como un espía invitado. La facultad
de algunos autores para narrar historias te hace desarrollar nuevos miedos,
alegrías o anhelos, así como llegar a querer o detestar a los personajes que
desfilan a lo largo de la narración. Podría compararse a estar en una tierra
extraña rodeado de nativos.
Nuestro cerebro en la ficción
Es imposible que
esta intensidad de emociones que puede causar la buena
literatura no deje huella en nuestro cerebro. El devorador de
páginas sabe que leer un libro no es sólo un pasatiempo, sino un estilo de
vida.
En un artículo
reciente publicado por la divulgadora Annie Murphy Paul en
el New York Times, la autora narra como una nueva investigación ha
demostrado que las historias no sólo
estimulan nuestro cerebro, sino que modifican la forma en la que actuamos en
nuestra vida.
Siempre se ha
afirmado que los viejos medios de comunicación, a diferencia de los nuevos como
Internet, no facilitan la interactividad. Pero esta afirmación no es del todo
cierta: los libros tejen vínculos con nuestra soñadora materia gris.
El lector no es un vulgar receptor al uso, sino que entra en un proceso que
poco a poco va cambiando su vida. Y tiene efectos secundarios.
Podemos ver y oler cosas que no
están ante nosotros
¿Hay algo más
excitante que una descripción perfecta? Patrick Süskind sabía con qué emociones
jugaba cuando describía el putrefacto olor del pescado en El Perfume, una escena que aún hoy aparece de
vez en cuando a visitarme en mis pesadillas. La buena escritura tiene
el poder de estimularnos sensorialmente con el fin de dejarnos oler
las rosas de un jardín o sentir los golpes en nuestra propia piel. George
Lakoff y Mark Johnson, autores de Metaphors We Live By, examinaron el poder de las
metáforas. Estas tienen el privilegio de poder activar distintas áreas de
nuestra conciencia debido a su significado. La metáfora está presente en
nuestra vida de forma permanente, ya sea de pequeños a través de las fábulas o
los cuentos de hadas o de mayores, cuando las usamos de forma recurrente para
expresarnos.
Personajes, ¿amigos imaginarios?
Otra de las
características de un devorador de libros es que siempre tiene un amigo
imaginario cerca. Los personajes de ficción cobran vida en nuestro
cerebro y los llevamos con nosotros de la misma manera que nos
acompaña el recuerdo de nuestros seres queridos. Cuando uno intenta comprender
una historia y a sus personajes, se sumerge por completo en su manual emotivo.
Somos él y sus circunstancias. Sentimos ira, temor, dolor o felicidad,
según se desenvuelva la trama de nuestro amigo imaginario en cuestión. Página a
página experimentamos esas sensaciones, sacándolas del libro y haciéndolas
nuestras. Las luchas o triunfos de nuestros personajes de ficción nos afectan o
nos alientan y tienen el poder de hacernos comprender nuestras propias barreras
o anhelos, así como los de aquellos que nos rodean.
Además, a través de
la lectura desarrollamos una mejor intuición y conocimiento sobre
nuestro entorno, permitiéndonos entender mejor las señales emocionales de
los demás y ponernos en su pellejo de una forma real y no meramente solidaria.
Según Lakoff y Johnson, nuestro cerebro no sólo responde a las
representaciones de los olores, texturas o movimientos como si fuesen reales,
sino que también siente las interacciones con personajes de ficción tan
intensas como nuestros encuentros sociales en la vida real.
Nuestra conducta se modifica
La lectura es el sitio dónde
aprendemos el significado de la palabra empatía. Es el lugar donde nos
convertimos en mejores seres humanos. Es el espacio donde vidas
imaginarias nos enseñan sobre la moraleja del mundo real, algo muy recurrente
en géneros como la ciencia ficción. Según afirmaba Keith Oatley, profesor de psicología cognitiva
de la Universidad de Toronto, leer un buen libro de ficción, "gracias
a sus descripciones detalladas y ricas metáforas produce una sensación de
realidad vivida. Esta simulación se ejecuta en la mente de los lectores así
como las simulaciones informáticas se ejecutan en los ordenadores".
Oatley también piensa
que los adictos a la lectura son "personas más comprensivas y con mayor
capacidad para entender a los demás. Aprendemos cómo hacer frente a ciertas
situaciones en base a lo que hemos leído.". Si te parece una afirmación
algo abstracta pregúntate: ¿qué pasaría si todo el mundo leyese un
poquito más? ¿Podríamos vencer las barreras del sexismo, el racismo o
el odio?
En un estudio similar
publicado en el Annual Review of Psychology, Raymond Mar utilizó un
escáner de imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) para demostrar que
existe una superposición, es decir, una notable coincidencia entre las
conexiones neuronales usadas para comprender las historias de los libros y las
que se utilizan para interactuar con otros seres humanos.
"Un dólar por tus
pensamientos"
Según otro estudio
realizado por los mismos investigadores en la Universidad de Emory, los cambios
neuronales registrados por las buenas metáforas y las interacciones con
nuestros personajes literarios sugieren que leer una novela puede
convertirte en el protagonista, con todo lo que eso conlleva. Según explica
Oatley: "los narradores ofrecen una experiencia única, la oportunidad de
entrar de lleno en los pensamientos y sentimientos de otra persona".
Sólo la buena literatura
puede modificar tanto tu cerebro que, literalmente, sientas que estás en otro
mundo. Sólo la ficción tiene el poder de cambiar sin hecho aparente tu estado
de ánimo. Sólo un buen libro puede hacerte cambiar tus barreras, tus
anatemas y convertirte en un explorador de otra dimensión. Sólo los libros nos dejan soñar sin
levantar los pies del suelo.
Échale literatura a la vida
¿Qué es lo que siento cuando leo, querido amigo? Que puedo ser una temible pirata, una villana, una viajera del tiempo, uno de los adorables personajes de las novelas de Jane Austen, ayudar a Ender a terminar su complicado juego, tomar el té con los Niños Perdidos, dibujar un elefante con El Principito o perseguir durante toda mi eternidad al Conejo Blanco y al Gato de Cheshire por el País de las Maravillas. No sólo lo imagino, lo siento como si fuese el colofón de los poros de mi piel. El tacto de una buena prosa es como una pluma haciendo cosquillas a nuestro cerebro. Puedes amar, odiar o sacar tu lado más revolucionario entoda su intensidad sin que nadie venga a preguntarte por qué le echas tanta pasión a todo lo que haces. Aunque no haya comprobación científica de esto, estoy segura, querido amigo, que las páginas de un libro deben dejar alguna clase de huella en nuestro código genético. Metafóricamente hablando, claro.
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